Existen variantes contemporáneas de estudio que hacen que la cultura, se muestre como una instancia donde cada grupo estructura su personalidad. Para ello, debemos tener en cuenta la Interculturalidad, es decir, el desarrollo de la comunicación e interacción que se produce entre personas y grupos que se caracterizan por tener una identidad cultural propia, sin admitir la superioridad de unas ideas o acciones respecto a otras, y donde se premia la integración.
Desde nuestra existencia, Disney ha idealizado, culturalmente hablando, nuestra forma de concebir una vida utópica, mostrando la belleza como uno de los factores imprescindibles junto a la idea de contraer matrimonio con un príncipe, en el caso de que el personaje aun no lo sea, o que un sujeto de género masculino la rescate para que pueda realizarse como princesa, se trata de un amor romántico, donde se muestra la dramatización eufemística de los conflictos sociales, es decir, la pobreza, la orfandad, o la diferencia entre estatus. La monarquía aparece en todas y cada una de las películas, marcando un tono clasista, pues las diferentes clases sociales se encuentran marcadas en exceso. De este modo, la civilización aparece como una forma de apelación al consenso y a la hegemonía, de una cultura delineada por la política y la legitimidad.
Dentro de lo cultural, como afirma García Canclini, conocido profesor, escritor, antropólogo y crítico en aspectos culturales: “La cultura se muestra como un conglomerado de procesos con los que representamos e intuimos lo imaginariamente social, entendemos y generamos la forma de relacionarnos con los otros, percibiendo las diferencias, y organizando su funcionalidad dentro de la sociedad”. Disney en este aspecto muestra a sus personales con un determinada apariencia, origen y en ciertas ocasiones etnia, que en muchos casos, se repite componiendo un patrón dentro de la perspectiva, en este caso, de un público mayoritariamente infantil.
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